jueves, 2 de julio de 2015

BILLION DOLLAR BABIES


El éxito de "I'm Eighteen", uno de los singles definitivos de los 70 y canción que haría las veces de último clavo en el ataúd donde se pudrirían los restos de la generación hippie, "rescataría" al Alice Cooper Group de convertirse en mero pasatiempo para futuros buscadores de reliquias musicales. Una nota a pie de página en la historia del Rock. Dos años y tres discos después, Alice Cooper eran la banda más grande de América. Era el momento de satirizar la fama, los egos desmedidos, el sexo como tabú, el culto al dinero... mientras se regodeaban -y disfrutaban- de todo ello. Habían alcanzado la condición de "chicos del millón de dólares" y como tal, ejercieron de espejo deformante del Callejón del Gato con su nueva obra: Billion Dollar Babies (1973). Compuesta por el músico canadiense Rolf Kempf (e interpretada por Judy Collins en los 60), "Hello Hooray", es la manera que tiene el grupo de invitarnos al espectáculo que está por comenzar. La orquestación de Bob Ezrin lo convierten en un inicio digno de Broadway. "Raped And Freezin'" nos lleva de viaje por el desierto, de Santa Fe a México (aunque suene a Detroit), para compartir las desventuras de un autoestopista cuyo final, creedme, no querríais compartir. Estamos en el punto álgido del escándalo Watergate, si Nixon ha podido ser presidente, ¿por qué no el candidato Alice? La emblemática y excitante (¡esos vientos!) "Elected" es una apertura de campaña inmejorable. ¡Mayoría absoluta! El tema titular, que contiene un dueto con Donovan (parte del álbum se registraría en los Morgan Studios de Londres), se erige en una de las piezas centrales por derecho propio merced a sus guitarras entrelazadas y a su icónico inicio con la batería de Neil Smith marcando el tempo. El final de la banda estaba más próximo de lo que podría parecer (en nueve meses vería la luz el notable Muscle Of Love, su último elepé) pero ésta aún se guardaba varios ases bajo la manga, ¿acaso alguien sería capaz de juntar la temida visita al dentista con The Who y James Bond como hacen los artífices de Killer en un tema que desprende la magia y locura de "Unfinished Sweet"? Abre la segunda mitad del disco uno de esos temas tan sencillos como inolvidables que eran marca de la casa del guitarrista Michael Bruce, "No More Mr. Nice Guy", gema pop elevada a la etiqueta de clásico instantáneo. Qué decir entonces de "Generation Landslide". Auténtico tesoro a descubrir. Verdadera joya oculta no solo del cancionero del combo sino del rock'n'roll setentas. Por la melodía, la armónica, los puentes, su sonido acústico y su retrato de la vida suburbial y el sueño americano. No en vano recibiría las loas del mismísimo Dylan. El amor conduce los siguientes dos números si bien el primero ("Sick Things") es una morbosa declaración dedicada a los fans de Alice Cooper mientras que la cabaretera y jazzística "Mary Ann" esconde, en forma de balada, una divertida diatriba contra una de sus célebres censoras (impagable el verso final que cambia por completo el sentido de la canción hasta ese momento: "Pensé que eras mi hombre"). "I Love The Dead", morboso, inquietante y divertido himno necrófilo, pone el broche de oro a este circo de tres pistas. Rúbrica a un trabajo que supondrá el culmen del Alice Cooper Group, el clímax del grupo que, marcando un antes y un después tras cuatro obras maestras consecutivas, había cambiado para siempre el rostro del Rock.

lunes, 8 de junio de 2015

ROCK `N´ ROLLER SKATES


Los Ramones. Chaquetas de cuero. Guitarras a la altura de las rodillas. Tres acordes. Hey, Ho, Let's Go! "Yo puedo hacer eso". ¿Cuántos adolescentes habrán pronunciado esas palabras tras escuchar cualquiera de las canciones del cuarteto de Queens? Seguro que los miembros de The Breakdowns son unos de esos chavales. Bien, pero lo que los diferencia de muchos de los acólitos de los artífices de End Of The Century es que los de Nottingham han aprehendido -realmente- su legado, asimilándolo más allá de los tópicos que todos manejan. Seguro que a mi recordado y admirado Joey Ramone se le habrían llenado los ojos de lágrimas escuchando la emocionante elegía ramoniana que titulaba el segundo disco de nuestros protagonistas, el notabilísimo The Kids Don't Wanna Bop Any More, editado en 2011. Tres años después los teníamos de vuelta con un nuevo artefacto aún mejor escrito, arreglado y producido: Rock 'N' Roller Skates. Once temas soberbios, todos dispuestos a tomar por asalto el hipotálamo, conquistar tu cerebro e instalarse allí por mucho, mucho tiempo. ¿Las armas? Amor. ¿Amor? Sí, amor; amor no solo por los Ramones sino también por los Plimsouls, el Tom Petty del primer álbum, Cheap Trick, las composiciones a lo Gerry Goffin y Carole King, Kiss o Buddy Holly. Se dice que una ardilla podría atravesar Inglaterra saltando de hype en hype sin necesidad de pisar el suelo. En un mundo así, The Breakdowns no coparán las portadas de las revistas ni "Sometimes I Try To Hold On" alcanzará el nº 1 en las listas de las radiofórmulas pues lo suyo es otra cosa. Las canciones sencillas, infecciosas, las canciones ¿de otro tiempo? Lo suyo es, en definitiva, aquel "buen y viejo rock 'n' roll". Nada más... y nada menos.

domingo, 31 de mayo de 2015

OVER


Sexto disco en solitario de Peter Hammill, Over (1977) es más que el resultado de una ruptura, más que el fruto de un abandono (el sufrido por el artista nacido en Ealing cuando -tras siete años de relación- su mujer se fue con un amigo de éste). Over es la obra de un artista, y por encima de todo, un hombre, nadando desesperado para llegar a la orilla, antes que la rabia, la carcoma, el abandono y la soledad acaben ahogándole.

"Cogiste todo el amor y lo tiraste a un lado para regodearte en tu dolor. (...)Pensaste que eras un hombre-lobo cuando simplemente eras un cordero."

Hablemos de la música creada bajo el paraguas de Van der Graaf Generator o la rubricada con su nombre, fondo y forma -binomio inseparable- siempre han ido de la mano. Algo patente desde el demoledor inicio del álbum-diario. Acompañado de Guy Evans a la batería y de Nic Potter al bajo, en "Crying Wolf" Hammill (voz y guitarras) se aprovecha del formato power-trio para azuzar (por medio de poderosos riffs) a la bestia del desprecio en un airado, duro y cruel ejercicio de autocrítica.

"Me pregunto cuanto tiempo pasará hasta que esta canción sea entonada por nuestros hijos e hijas."

La crepuscular "Autumn" explora el síndrome del nido vacío mientras un devastado Hammill al piano, acompañado de una orquesta que hace aquí acto de presencia por primera vez, medita angustiado sobre la posibilidad de que tu descendencia repita los mismos errores cometidos por sus progenitores.

"Pensando en aquellos tiempos parecía que podía tumbarme a tu lado, como nunca hice, al atardecer, sin tener que dedicarnos palabra alguna después."

"Time Heals". Pasan los segundos, los minutos, las horas; el calendario marca el paso de los días, las semanas, los meses. El tiempo cura. ¿Me lo dices o me lo cuentas, amigo? Aquí tienes mi diario, adelante, no me importa, llévatelo a casa, en serio. Luego hablamos...


"Sé que no has disfrutado causándome semejante daño pero ahora estás enamorada de él, de mi viejo amigo. Sé todo lo que hay que saber sobre eso, no necesito explicación, pero cómo decirte adiós cuando todavía te amo."

Tan íntima y desnuda que el oyente se puede sentir abrumado, como si no debiera estar allí, el alma encogida, en "Alice (Letting Go)" continúan el desprecio a uno mismo y los reproches mientras los acordes de la guitarra acústica a la que se aferra Hammill van lacerando su/nuestro corazón sin piedad.

"Las estrellas en sus constelaciones, cada una parpadeando tristemente y cayendo... sin ti a mi lado no significan nada."

Dijo Robert Fripp de Peter Hammill que era el Jimi Hendrix de la voz. Pocos ejemplos mejores de esa aseveración que la poesía a flor de piel de la orquestal, monumental, "This Side Of The Looking Glass". Alicia ha cruzado al otro lado del espejo y nos ha dejado aquí, al otro lado, donde no hay nadie, donde no hay nada. Únicamente congoja.

"Al final, ¿quién puede resultar un buen amigo cuando te dan una patada en los huevos mientras tú les ofreces la perla que sostienes en la mano?"

Te estoy hablando a ti, traidor; tú, que te decías mi amigo. La rabia estalla en "Betrayed". El violín de Graham Smith, la expresión sonora de un alma torturada, herida. Un huracán derribándolo todo a su paso. En primera persona.  No creo en nada. No me queda nada.

"Es curiosa la forma en que la autocompasión puede tomar el relevo del amor propio."

Para el penúltimo tema, "(On Tuesdays She Used To Do) Yoga", la frustración da paso a la reflexión y el castigo a la meditación. Tras una dura contienda, los nudillos ensangrentados, algo vamos aprendiendo.

"... ponte el vestido rojo, nena"

"Lost And Found" es la última página de este diario sonoro. Ciertas dosis de experimentación la hacen la más cercana al sonido de la banda madre. También, la más misteriosa. Entre juegos de guitarra y teclados, pareciera que la salvación hace acto de presencia. "Soy libre al fin, estoy enamorado al fin", clama el autor de In Camera. ¿Hemos llegado ya a la orilla? ¿Estamos a salvo? "Todo va a salir bien", continúa. Ya está, entonces. Vamos, que somos simples seres humanos temerosos. Juguetes, meros juguetes. Acerca el oído: "todo va a salir bien", concluía. ¿No detectas temor en esas palabras? ¿Miedo a que el hechizo se rompa? ¿Dónde está el manual de instrucciones?

domingo, 24 de mayo de 2015

GUERRA Y OSCURECIMIENTO

Con Perfidia James Ellroy da inicio a un segundo Cuarteto de Los Ángeles que cronológicamente precede a aquel primer y ya mítico Cuarteto que había inaugurado La Dalia Negra a finales de los 80. Para dicha precuela no solo recupera personajes de aquel sino también de su imponente Trilogía Americana, construyendo así el proyecto de un corpus novelístico de once títulos con los que dar testimonio de la/su historia de los EEUU durante tres décadas. 

"En este momento nuestras opciones se reducen a hacerlo todo o no hacer nada."

6 de diciembre de 1941. Los Watanabe, una familia de origen japonés, aparece muerta en su domicilio de Los Ángeles horas antes de que Pearl Harbor sea bombardeado. Tambores de guerra. ¿A quién le importa los cadáveres destripados de unos japos? Con esta premisa -y con su prosa febril, telegráfica y sincopada- el autor de El Gran Desierto vuelve a arrastrar al lector a su particular universo de violencia, podredumbre y corrupción. A una ciudad sumergida en el miedo y la paranoia donde farolas y neones se apagan, los coches deben circular con las luces de posición y sus habitantes deben cerrar las persianas por miedo a los ataques aéreos y los submarinos. Una urbe en expansión, una caldera de racismo y locura. Hombres Lobo aullando a la luna.

"La lluvia amainó. Cada tantos segundos echaba un vistazo al espejo retrovisor. Su cara seguía siendo la misma.
 Había visitado México con el Dudster. Pensaba que después de eso tendría una apariencia distinta.
 Kay Lake había apuñalado a una mujer y ahora tenía un aspecto distinto. Pensaba que él seguiría el mismo camino."

Obsesión. James Ellroy dice de él que es un hombre obsesivo que escribe sobre hombres obsesivos. Y en esta L.A. en guerra nadie duerme. Todos deambulan por la ciudad como si hubiese caído sobre ellos una maldición. Consumidos. Unos manteniéndose en pie a base de benzedrina, otros por medio de plegarias. Aunque son decenas y decenas de personajes (entre ficticios y reales) los que pueblan las casi 800 páginas de Perfidia son cuatro en los que descansa el peso de la narración. Hideo Ashida, nisei (japonés nacido en EEUU) y el químico forense más brillante del departamento de policía, aprendiendo los códigos de un "mundo de hombres" hará lo que sea para preservar la seguridad de su familia ante los planes que el gobierno tiene para los ciudadanos de origen nipón. El ambivalente y fascinante capitán William H. Parker, ferviente católico consumido por el alcohol, la ambición de llegar a la jefatura de la policía, acosado por el recuerdo de una mujer y preparando el tablero para la inminente guerra contra los rojos. Kay Lake, a la que los lectores recordarán de La Dalia Negra, una de las grandes creaciones literarias de Ellroy, el único personaje que nos hablará en primera persona, una mujer tan valiente e inteligente como temeraria e inconsciente. Y si de grandes personajes hablamos que decir de otro viejo conocido, el aquí sargento Dudley Smith, mefistofélico, magnético, cruel, violento pero al que los ojos se le llenan de lágrimas mientras ve bailar a su hijastra (no desvelaremos su identidad para los que no hayan leído aún el libro) con un vestido verde, el color de su vieja Irlanda.

"Dejé el sobre para el cartero y me senté al piano. Había perdido la práctica, pero cobré impulso a medida que tocaba. Lee no apareció. El teléfono no sonó. Nadie llamó a la puerta. El Chopin era para Claire, el Grieg para Scotty, el frío estudio de Rachmaninoff era para Hideo. Dediqué el magistral Beethoven al único que se lo merecía."

 Ahhhhh, y el AMOR. Amores reales, amores ficticios, amores -claro- obsesivos, amores no confesos, amores peligrosos. Porque a pesar del manido apelativo de "perro diabólico" Ellroy es un romántico y éste es finalmente (cómo olvidar Jazz Blanco o Sangre Vagabunda) el protagonista de la novela. En un mundo de grises y dobleces, la última -¿única?- posibilidad de redención.

Ellroy ha madurado, cuenta, ya no va por ahí diciendo que es el mejor escritor del mundo. No hace falta. Abramos Perfidia por la primera página: Ellroy es bueeeeeeno.

jueves, 14 de mayo de 2015

HEART VS. MIND


Agarrarte más fuerte o soltarte la mano; emprender una huida hacia delante o parapetarse en la retaguardia  construyendo un nuevo fuerte; seguir los dictados del corazón o los mandatos de la cabeza. Cuitas vitales y sentimentales que vibran y se agitan en el interior de las once composiciones que dan forma a Heart Vs. Mind (2013), último disco hasta la fecha de ese secreto a voces que responde al nombre de Bryan Estepa. Un Bryan Estepa que podría haber nacido en California pero lo hizo en Australia. Un Bryan Estepa que podría ser Jeff Tweedy pero prefirió ser Bryan Estepa. Un amante de la música cuyo corazón late al ritmo de las canciones de Brian Wilson, Alex Chilton, Paul Westerberg, Simon & Garfunkel o Gram Parsons. Un orfebre, un cantante de voz dulce como la caricia de una madre a su bebé, un compositor cuyas canciones traen la promesa de un reconfortante rayo de sol, de una brisa refrescante sobre nuestra castigada piel. El sincero ofrecimiento de un hombro sobre el que reposar. Unas melodías que se mecen entre guitarras expansivas ("She Vs. Him"), pildorazos power-pop ("Overnight"), íntimas nanas al piano ("Nobody Has To Know"), gemas que tienen el mismo efecto que abrir la ventana para dejar que entre por primera vez la añorada primavera ("Arms Reach", "Seachange") o canciones simplemente para quedarse a vivir en ellas como "(If You Follow) We Just Might Get Near" y "Nothing At All". Todas ellas arropadas por la calidez que desprende la orgánica -"sincera", si se puede aplicar tal adjetivo- producción de su mano derecha, Adrian Deutsch. Y es que pareciera que nada malo puede pasar mientras suena cualquiera de aquellas canciones. ¿Mera ilusión? Seguro. Aunque descorramos la cortina y abramos de nuevo esa ventana. Entornemos los ojos mientras estos se acostumbran de nuevo a la luz del día y respiremos hondo. Una vez más. Egoístas. Así. ¿Lo notas? Pura vida.

domingo, 19 de abril de 2015

OLD NEW BORROWED AND BLUE


En el mejor de los casos, una banda de singles. En el peor, un chiste. Ambos enunciados se aplican con denuedo a la hora de hablar de Slade. Ambos enunciados se nos antojan, cuanto menos, injustos. La crítica suele poner el foco en la oscuridad, en el drama, aunque éste sea impostado (ya sabemos que nadie se va a llevar un Oscar por una comedia). Y claro, ellos nunca pretendieron cambiar tu forma de ver la vida ni la sociedad. Lo suyo tenía más que ver con los pioneros de los 50, aquellos que hicieron del rock'n'roll un vehículo de expresión de los jóvenes. Pero pincha cualquiera de sus canciones y verás como una sonrisa se dibuja en tu rostro. ¿No es eso una forma de comunicación tan valiosa como maravillosa? Para ello, sí, contaron con un arsenal de singles que fueron callendo como bombas uno tras otro sobre las listas británicas pero basta con una mirada desprejuiciada sobre su discografía para encontrar media docena de álbumes perfectos. Trabajos sin los que no podríamos concebir la existencia de Cheap Trick, Kiss o los Replacements. Trabajos como Old, New, Borrowed And Blue, editado en 1974, con la banda situada en el pináculo de la fama.


Slade ya habían demostrado lo bien que se les daban las versiones cuando se ocuparon del "Move Over" de Janis Joplin en su anterior trabajo (Slayed?) y lo volvían a demostrar abriendo su nueva obra con una rendición del clásico de Rosco Gordon, "Just A Little Bit". Para la irresistible "When The Lights Are Out" son quien de conjugar su clásico sonido con una melodía y unas armonías de inequívoco aroma 'beatle'. El rock'n'roll desatado vuelve a tomar el control en "My Town" merced a su hímnico estribillo. "Find Yourself a Rainbow", con su vodevilesco piano, nos abre las puertas de un colorido cabaret en el que desearás acabar la noche. La poppie "Miles Out To Sea" es uno de los secretos mejor guardados del cancionero de los de Wolverhampton; de encantadora melodía, transmite un aire de nostalgia inusual hasta ese momento en su carrera. Cerrando la primera mitad del álbum, el boogie arrebatado y arrebatador de "We're Really Gonna Raise The Roof". El título lo dice todo, no cuesta imaginar a Bon Scott saltando al escenario para marcase un dueto con Noddy Holder. De igual manera que no cuesta imaginarse a los desmañados jóvenes punks que tres años después pondrían patas arriba la escena musical encerrados en su habitación escuchando repetidas veces "Do We Still Do It". Y es que, ¿acaso no son los riffs que la abren y con los que erigen el puente de la canción puro Sex Pistols? Combinando sonidos acústicos y eléctricos, la mccartniana "How Can It Be" nos lleva de paseo por la campiña. "Don't Blame Me" viaja a ritmo  de rhythm and blues a 1965, Slade transmutados en The Who. El infeccioso ritmo de "My Friend Stan" despeja todo pesar que puedas tener encima. Si no, también podrás exorcizar aquel con la conmovedora "Everyday", balada pianística de inusitada belleza. Último corte del disco, "Good Time Gals", viene a ser una pendenciera declaración de principios, aquella que sirve para ilustrar la deuda que tiene la banda de Paul Stanley y Gene Simmons con los autores de "Cum On Feel The Noize".

Una, dos, tres,... doce razones para echar por tierra cualquier apriorismo sobre el grupo de imposibles plataformas. Una primera muestra (a la vuelta de la esquina esperaban triunfos -en este caso, pasado ya su momento, "solo" artísticos- como In Flame o Whatever Happened To Slade) de que su fórmula escondía más de un ingrediente. Ahora te toca abrir la ventana, subir el volumen al 11 y pinchar estas canciones. Tus vecinos te lo agradecerán... o no.


jueves, 9 de abril de 2015

GIVE A TREE YOUR NAME


Cuando dejábamos atrás los últimos acordes de "If Su Is Not There", canción con la que los Feedbacks cerraban la que hasta la fecha era su última referencia: Sunday Morning Record (2006), lo primero que nos venía a la mente era que acabábamos de deleitarnos con uno de los mejores temas de pop de guitarras de la década, así de claro; afortunadamente, la obra que la contenía contaba con más perlas en su interior, cultivadas todas ellas por unos músicos que parecían haber alcanzado aquí su madurez. Certeza esta que se veía asaltada luego por una incertidumbre: ¿serían capaces los asturianos, no ya de superar, si no de alcanzar un resultado semejante con su siguiente obra? Cinco años tendríamos que esperar para obtener respuesta, felizmente positiva. Give A Tree Your Name (2011) recogía la melancolía que impregnaba su anterior disco, cuyas composiciones parecían el fruto de las pequeñas -e inevitables- derrotas que deja la vida, para guardarla en el maletero de un coche descapotable en pos de una eterna puesta de sol. Transitando por carreteras ya conocidas (power-pop, rock americano, orfebrería 60's, efluvios nuevaoleros,...) para dejar un rastro de migas en forma de canciones redondas. Once canciones robustas como un vetusto roble y acogedoras como su sombra en plena canícula. La elegancia de "Lost The Words". "The One For Him" o la, de nuevo, canción pop perfecta. La rotundidad de "The Canyon", con los de Mieres asomándose al Pacífico. "Always Waiting" o Elvis Costello conduciendo en dirección a Los Ángeles. Brian Wilson alumbrando con su sonrisa "Name Of The Game". El beat del Mersey y la energía de The Plimsouls fundidos en la sublime, colosal,  "Not Your Kind". Ese single "perdido" de Stiff Records de imposibles armonías que responde al título de "Won't Let Me Go" (adictivo es poco). El rock clásico de "Run With You". El luminoso medio tiempo de "Call Her Summer". Las guitarras supurando fuzz en "How Long". Y para celebrar que hemos llegado a nuestro destino, la explosión de purpurina que adorna el ritmo de la contagiosa "Glitter Girls". Los bellos y acertadísimos arreglos del productor Paco Loco redondeaban y engrandecían una obra, Give A Tree Your Name, nacida del talento de Adolfo García, Javier Civademilla, Carlos Gracía y Pablo González, fieles creyentes en el poder sanador de las canciones de tres minutos. Aquel al que Alex Chilton apelaba en la inmarchitable "Thirteen". Ya sabéis, rock 'n' roll is here to stay...

lunes, 30 de marzo de 2015

CANNONBALL IN EUROPE!


Nada más y nada menos que 42000 personas. Ese es el número de espectadores que un 5 de agosto de 1962 se juntaron, en el marco del International Jazz Festival celebrado en la localidad belga de Comblain-La-Tour, para disfrutar -¡y de qué manera!- de la actuación del sexteto de Cannonball Adderley. Al saxo alto del artífice de Mercy, Mercy, Mercy! le acompañarían para la ocasión su hermano Nat a la trompeta, una base rítmica formada por Sam Jones (bajo) y Louis Hayes (batería), el piano del músico austríaco Joe Zawinul y un recién llegado al combo, Yusef Lateef, quien se ocupará indistintamente del saxo tenor, la flauta y el oboe. Con semejante alineación, y haciendo gala de una comunión encima del escenario que enseguida se traslada al enfervorizado público -que puntuará cada solo, cada cambio de ritmo, con sus vítores y aplausos-, los metales se convierten en los indiscutibles protagonistas de la pieza que abre el disco, "P. Bouk", original del propio Lateef. Tras unas palabras de agradecimiento ("para aquellos que las puedan entender", bromea Adderley) una hermosa melodía de flauta abre "Gemini", cuyos casi 13 minutos se convierten en el vehículo perfecto para que se luzca un tan magnífico como comedido Zawinul. Clásico recurrente en el repertorio de la banda, la celebérrima "Work Song", trepidante y swingeante, volverá a enardecer una audiencia que poco necesitaba para ello. Acercándonos al final, llega el momento del blues, género que no tenía secretos para el añorado músico de Florida. Sirviéndose de todo un estándar como "Trouble In Mind", la rendición es toda una lección de imaginación y sensibilidad, coloreando semejante clásico con un instrumento, el oboe, que pocos relacionarían con dicha música. Toda la contención acumulada será echada por la borda para, ahora sí, decir adiós con una "Dizzy's Business", atacada con toda la fiereza posible por unos instrumentos a punto de ebullición. Despedidos como auténticas estrellas de rock, da una idea de la sinergia que esa lejano verano de hace ya 53 años se vivió en un campo de vacas convertido en un barrizal por las continuas lluvias (tal es el terreno donde tuvo lugar dicho festival, el primero celebrado al aire libre en nuestro continente), lo que hace de Cannonball In Europe! un vívido documento con el que darle en la cabeza -aunque mejor será que le de una oportunidad- a cualquiera que tenga la peregrina idea (cosa distinta es que se conecte o no con él) de que el jazz es aburrido.

lunes, 16 de marzo de 2015

STUCK IN THE 90's (y III)

10) Car Wheels On A Gravel Road (Lucinda Williams)
El camino ha sido largo y tortuoso pero al fin estamos en casa. Encenderemos la chimenea, nos quitaremos las gastadas botas, y mientras suenan nuestros viejos discos de ZZ Top y Howlin' Wolf será el momento de brindar por aquellos amantes que antaño calentaban nuestras sábanas, por aquellos amigos que ya no están con nosotros. Por la vida.

 
9) Dirt (Alice In Chains)
Muros de guitarras tras los que bailan, impúdicos, los demonios que todos llevamos dentro. Química y armonías de herrumbre. Polvo, suciedad, tierra. Decisiones personales de las que no se puede escapar. Expiación a través del arte.
 
8) Grace (Jeff Buckley)
Un apellido bendecido. Un ángel empapado de poesía recorriendo las calles mientras Nina Simone le susurra al oído historias de bohemia y melancolía. ¿Donde estabas tú la primera vez que escuchaste Grace?

7) Powertrip (Monster Magnet)
Súbete al coche. Atraviesa el desierto. Busca el letrero de neón que más te llame la atención. Acepta la bebida que te ofrece ese desconocido. Vacía tu cartera. Entrégale las llaves de tu casa a esa sexy fémina. Ya tendrás tiempo de arrepentirte.
 
6) Ritual De Lo Habitual (Jane's Addiction)
El 23 de agosto de 1988 sale a la luz Nothing's Shocking. El 23 de agosto de 1988 empezaron los 90. Y con Ritual De Lo Habitual se cruzó el Rubicón. Led Zeppelin y Velvet Underground. Alice Cooper y Syd Barrett. Talento, locura y santería. "Señores y señoras; nosotros tenemos más influencia con sus hijos, que tú 'tiene'. Pero los queremos. Creado y regalo de Los Angeles: Juana's Adicción."
 
5) Third Eye (Redd Kross)
Medallones mágicos y fábricas de chicles. Paseos por el Planeta de los Simios. Fantasía y androginia. Ropajes de colores, imitadores de Paul Stanley y Sofia Coppola en pelotas. Melodías perfectas. Canciones pluscuamperfectas. De verdad, ¿Sgt. Pepper's? No me jodas...
 
4) Black Love (The Afghan Whigs)
Empapado de sexo, culpa y muerte, el Amor Negro de Greg Dulli apela al corazón, la cabeza, las entrañas y la entrepierna del oyente. Una caja que oculta un secreto, portada por unas manos manchadas de sangre mientras, a su alrededor, la ciudad arde entre explosiones de violencia y lujuria.
 
3) Tomorrow The Green Grass (The Jayhawks)
Canciones para aquellos que somos felices paseando por la orilla del mar, el sol acariciándonos la cara. Canciones para aquellos que queremos dormirnos arrullados por una melodía inolvidable. Canciones para aquellos que nos lamemos las heridas mientras fuera, tras esa ventana empañada, la lluvia no deja de caer. Louris y Olson. Nuestros Lennon y McCartney. Nuestros Everly Brothers. Nuestros Jayhawks.
 
2) Soup (Blind Melon)
Una ciudad dejando su impronta de luz y oscuridad en cada surco. Guitarras jugando a encontrase y perderse. Una voz -en un momento juguetona e infantil, en otro doliente- tocada por la gracia, haciéndose por nosotros aquellas preguntas que evitamos. Vivir. Dudar. Temer. La emoción hecha disco.

1) The Southern Harmony And Musical Companion (The Black Crowes)
Decían que el pozo no daba más de sí. Decían que los Stones, The Allman Brothers Band, Faces, Little Feat o Free lo habían dejado seco. Tierra baldía, el glorioso legado 70's. Bautizado como un viejo libro de himnos góspel, la segunda rodaja de esta banda liderada por una -¡otra más!- mal avenida pareja de hermanos surgía -orgullosa- de la misma semilla de la que brotaran, tiempo atrás, Brothers & Sisters o Dixie Chicken. Benditos bocazas.

martes, 10 de marzo de 2015

ÉRASE UNA VEZ EL HOMBRE

Hace más de un año que Yorick Brown se ha graduado en filología inglesa y mientras intenta encontrar su lugar en el mundo -y de paso, un trabajo- sigue dedicando la mayor parte de su tiempo a los trucos de magia y el escapismo, su auténtica vocación. Hoy es un día importante, ha decidido pedirle la mano a su novia aunque, eso sí, tendrá que ser por teléfono pues Beth se encuentra en Australia, participando en un proyecto antropológico de la universidad. Como testigo: Ampersand, su mono capuchino. Hoy es un día importante para Yorick, decíamos; de hecho, no se imagina cuánto, pues, enclaustrado entre las cuatro paredes de su apartamento en Brooklyn, mientras intenta declararse a su novia y procura evitar que Ampersand haga diana con las heces que le lanza, a lo largo y ancho del planeta, uno tras otro, sin motivo aparente, todos los mamíferos con cromosoma "Y" del planeta caen muertos. Todos, menos el atribulado Yorick... y Ampersand.

Este es el punto de partida de los 60 números (publicados entre 2002 y 2008) de los que consta la edición original de Y, El Último Hombre, cómic creado por el guionista Brian K. Vaughan y la dibujante Pia Guerra. A partir de ese momento, el primer impulso de nuestro protagonista será emprender el camino para encontarse con su amada y hacerle saber que está vivo pero, convertido ahora en un escasísimo "recurso natural", terminará bajo la protección de la agente 355 y ambos, junto a una biogenetista de origen chinojaponés -la Dra. Mann-, iniciarán un viaje que les llevará por todo el Globo para intentar averiguar el origen de la plaga.

Así, partiendo de las coordenadas de una road movie, la serie transita en primer lugar por el género de la ciencia-ficción, dosificando la  acción y  el suspense, y con un uso del "continuará" que para sí quisieran muchos productos catódicos. En segundo lugar, y como obra de dicho género, la historia no deja de lado los aspectos distópicos que su premisa argumental posibilita, indagando en las transformaciones que sufre la sociedad tal como la conocemos: qué sucede con la política, si seguirán latentes los conflictos bélicos existentes antes del "generocidio", preguntándose si pervivirán los clichés sobre hombres y mujeres, el papel del feminismo a partir de ese momento, cómo afrontar las relaciones sexuales o interrogándose sobre si alumbrarán las mujeres un mundo sin delincuencia. Aunque, y ahí está su triunfo, el gran acierto de Brian K. Vaughan es poner en primer plano siempre a los personajes. Desarrollados del primero al último de manera tridimensional y creíble, sacando un gran partido de su oído para los diálogos, lo que finalmente Y, El Último Hombre nos ofrece es una gran historia sobre el amor, el dolor, la pérdida, el desamparo, la aceptación y la capacidad de renuncia. Una historia, en definitiva, sobre el proceso de madurez.

lunes, 2 de marzo de 2015

STUCK IN THE 90's (II)

               -El espacio no se hace responsable de las opiniones vertidas a continuación-
 

Guste o no, la década de los 90, quedará marcada por el auge del rock alternativo y el grunge (etiqueta -como la mayoría- cogida por los pelos pues, más allá del marco geográfico, no creo que Mudhoney o Soundgarden, Nirvana o Screaming Trees, por poner un par de ejemplos, tuvieran mucho que ver). Y claro que Sonic Youth, los Replacements o Pixies ya estaban antes (y grabaron grandes obras como Goo y Bossanova) pero, ¿qué hacemos, cerrar el chiringuito y limitarnos a Chuck Berry, los Beatles y la Velvet? No sé si me explico. Esas nuevas bandas de Seattle, además, no dejaron de reivindicar a aquellos que les precedieron e inspiraron, fueran éstos Neil Young, Black Sabbath o Meat Puppets. Quien no sintiera nada por el grunge, tenía a su disposición una pléyade de grupos indies (cuando esa etiqueta tenía aún algún sentido); bandas excelentes -y con las que servidor debe seguir profundizando- como Yo La Tengo u otras como Pavement o My Bloody Valentine, con las que uno ya no conecta. Mientras, Metallica, Guns N' Roses o Aerosmith mantendrían viva la llama del rock en los estadios y unos jóvenes de Atlanta, The Black Crowes, nacían para convertirse en los últimos clásicos.

Otra etiqueta, el americana, asoma en esos años. Otra etiqueta para tomar con precaución  y un sonido que terminó deslizándose por la pendiente del hastío tras alumbrar grandes discos como Strangers Almanac de Whiskeytown (otra cosa es considerar a Ryan Adams una especie de Van Morrison, Gram Parsons, Gene Clark y Keith Richards todo en uno). Etiqueta que le quedaba pequeña a Wilco o The Jayhawks. Siempre me he sentido más cómodo hablando de rock americano o música de raíces. Uno de sus veteranos, Tom Petty, alcanza una emocionante madurez y factura perlas como Wildflowers, Echo, She's The One o Into The Great Wide Open.

Pero si hablamos de clásicos, qué decir del Tiempo Inmemorial de Dylan, o de la ¿tercera? reinvención de Tom Waits. O de Neil Young; ahora que se mueve entre lo intrascendente (Fork In The Road), lo tedioso (Storytone), la sobrevalorada corrección (Psychedelic Pill) y la tomadura de pelo (Le Noise, A Letter Home) no conviene dejar de mirar a unos años donde enlazó monumentos como Ragged Glory con notables trabajos como Mirror Ball, Harvest Moon o Sleeps With Angels. Casi nada.

Nuevo cambio de rumbo. Los texanos Pantera abrieron nuevas vías para un género tan transitado como el metal y viejas glorias del género como Judas Priest sacaron a la calle el brutal Painkiller (sí, Guzz, Up the Irons!, pero yo soy de los Judas; elige arma y lugar). Siguiendo con sonidos extremos, Ministry y NIN llevaron el rock industrial a las portadas de las revistas. A título personal, disfruté en su día con los de Trent Reznor pero creo que esos discos se quedaron embalsamados en su época. Como abanderados del stoner, Kyuss reinventaron el legado hard-psych de los 60/70 desde una perspectiva moderna en pleno desierto.

Veo movimiento en el fondo de la sala, tú, el de la camiseta de Blur... ah, claro, el brit-pop, dices. Bueno, a no ser que consideremos brit-pop a TFC u Ocean Colour Scene permitidme el "chiste": not my cup of tea. Vaaaale, el primero y el tercero de Suede no están mal.


Siempre tiene que haber versos sueltos y los 90 no serían ajenos al fenómeno. Redd Kross (su sagrada trilogía), Urge Overkill (Saturation, Exit The Dragon) o Jon Spencer Blues Explosion (Orange) si de grupos hablamos, y artistas con mayúsculas como Nick Cave (Let Love In, The Boatman's Call) o su ex PJ Harvey (el atemporal To Bring You My Love) entregan soberbios álbumes a los que sigue siendo un placer acudir. ¿Más? Y mejor: Jane's Addiction, que rompieron el molde al nacer aunque se les metiera en el saco de lo alternativo, The Afghan Whigs, los eternos Blind Melon, Jeff Buckley,...

Llegados a la segunda mitad de la década, el rock deja de tener la relevancia mediática de la que disfrutó hasta ese momento, el grunge da paso a un infumable sucedáneo (Bush, Creed,...) y todo vuelve a la "normalidad". Aunque aquí en Europa unas bandas provenientes del frío mantendrán la llama del rock'n'roll bien alto. Mirándose en el Detroit de MC5, la Australia de Radio Birdman, pero también en el legado setentero de los Stones o Kiss, combos como Gluecifer o los añorados Hellacopters se convierten en la dieta diaria de muchos de nosotros.

Añádanle todo lo que no conozco y aquello de lo que me habré olvidado y no quedaron mal los noventa, no.... si hasta U2 sacaron un buen disco (Achtung Baby)!!!

(AVISO: la siguiente lista puede contener trazas de repelente para 'gafapastas')

20) No Lunch (D Generation)
19) Danzig II-Lucifuge (Danzig)
18) Heartbreak Station (Cinderella)
17) Five Man Acoustical Jam (Tesla)
16) Badmotorfinger (Soundgarden)
15) Forever Blue (Chris Isaak)
14) Dust (Screaming Trees)
13) Magnolia (Screamin' Cheetah Wheelies)
12) Bone Machine (Tom Waits)
11) Songs From Northern Britain (Teenage Fanclub)

jueves, 26 de febrero de 2015

SETTING SONS


Dejando atrás al airado y vocinglero adolescente de In The City (1977) y su continuación, This Is The Modern World (1977); matizando la arrogancia de ese joven que entrega una obra maestra como All Mod Cons (1978), y al que la edad del pavo le hace ocultar en los créditos del disco la inclusión de la enternecedora "English Rose". Sabiendo que había llegado el momento, atisbada la cima, Paul Weller se enfrasca en el ambicioso reto de componer una obra conceptual alrededor de tres amigos de la infancia cuyas vidas -y cuya amistad- cambian tras una guerra civil. Finalmente, el proyecto original se queda a medias lo que no es óbice para considerar el cuarto álbum de The Jam, Setting Sons (1979), como su obra más ambiciosa -tanto a nivel lírico como de arreglos- hasta la fecha. Aún así, entre briosas canciones sobre amores obsesivos ("Girl On The Phone"), retazos de las vidas de clase media ("Private Hell", el excelso barroquismo de "Smithers-Jones", composición del nunca suficientemente loado Bruce Foxton) o postales desde cualquier ennegrecido edificio de protección oficial ("Saturday's Kids"), se cuelan cinco canciones que daban razón de ser al concepto del disco. La hímnica "Thick As Thieves" nos traslada a los días de patio de colegio, a carreras por los pasillos, a la camaradería que todo lo puede. "Burning Sky", sin embargo, nos traslada -inmisericorde- a la edad adulta para dejarnos claro que todo eso no eran más que quimeras. Una bofetada no haría más daño. Miniópera digna de The Who, "Little Boys Soldiers", habla de abyectos conceptos como imperio, patriotismo y guerra. Estatua de bronce para recordar el destino que les espera a los hijos de la patria. Emocionante y desesperanzada (esa letra, esa melodía, esas armonías, ¡esa flauta!), "Wasteland" se catapulta hasta ese inaccesible lugar donde se guardan bajo siete llaves esas canciones eternas que tú y yo nunca olvidaremos. "No hay eso que llaman sociedad, sólo hay individuos y familias"; los tories acaban de llegar al poder de la mano de Margaret Thatcher y la tensión de la soberbia, perfecta "The Eton Rifles" alimenta la caldera con la que mantener viva la lucha de clases. Como última página, una excitante revisión del éxito de Martha & The Vandellas, "Heat Wave", que siempre se ha considerado fuera de lugar pero que a la luz, o a la sombra, de aquellas adquiere un sabor agridulce, incluso cruel. Y son eso, las vívidas, sinceras y reales emociones que despierta en el oyente lo que hacen de Setting Sons la obra que es. Profunda. Inagotable. Conmovedora.


lunes, 23 de febrero de 2015

STUCK IN THE 90's (I)

Al igual que hemos hecho otras tantas veces, y enlazando con la última entrada publicada, la intención era echar mano de la sección "Mis 10 de..." para elaborar un top-ten con mis discos de los noventa favoritos. Pero como aquí nos encantan las listas (facilones que somos) nos hemos dicho: ¿por qué conformarnos con diez?; así que aquí está la primera parte de tres entregas donde irán apareciendo los 30 discos predilectos de la década de vuestro agente especial favorito (que uno también triunfó en esos años, oigan).


Ay, los 90, unos torcerán el gesto, otros esbozarán una sonrisa cómplice, alguno -sí, lo digo por ti- ya me estará "escupiendo" la palabra nostalgia a la cara (parapetado tras sus cinco copias del Born In The USA, eso sí). ¿Nostalgia, entonces? Quiero pensar que no. Claro, muchos de estos discos -otros no- llegaron a mis manos en lo que los cursis llaman los "años de formación" pero no se trata de echar de menos tal o cual grupo, tal o cual solista, y mucho menos, tal o cual sonido; en primer lugar, porque se me podrá acusar de cualquier cosa (por ejemplo de ser un cursi que utiliza la palabra cursi) menos de no tener unos gustos eclécticos y, además, al mismo tiempo que uno se topaba con Pearl Jam, por ejemplo, estaba descubriendo también a los Faces, a Thin Lizzy o a los Stooges, de forma que 60's, 70's, 90's, todo se mezclaba en la mollera de uno en esos años. Sea como fuere, sí defenderé que los noventa han sido la última gran década del Rock; aquella en donde fueron a desembocar las tres anteriores, alimentando su exuberancia. Seguiremos informando...

30) White Light, White Heat, White Trash (Social Distortion)
29) Apocalypse Dudes (Turbonegro)
28) Saturation (Urge Overkill)
27) Whenever We Wanted (John Mellencamp)
26) Green Mind (Dinosaur Jr)
25) Vitalogy (Pearl Jam)
24) Ragged Glory (Neil Young & Crazy Horse)
23) Welcome To Sky Valley (Kyuss)
22) Echo (Tom Petty & The Heartbreakers)
21) I Feel Alright (Steve Earle)

miércoles, 18 de febrero de 2015

POWERTRIP


Encerrado mientras no llega la noche en la habitación de un hotel durante varias semanas. Objetivo:  componer una canción cada día. Lugar: Las Vegas. ¿Por qué arriesgarse a un mal viaje de ácido pudiendo obtener una experiencia igual de psicotrópica solo con coger el coche? Construida sobre la nada, un mojón en el desierto, la hipócritamente llamada "Ciudad de las Segundas Oportunidades" era el destino perfecto para someterse a -en palabras de Dave Wyndorf- "una sobredosis de americanismo". Tan atrayente como ridícula, vacua y alienante, de la inmersión en un paisaje de estas características tenía que salir una obra cruda, sucia y lasciva. Powertrip (1998) era la continuación de esa obra maestra bautizada con el acertado título de Dopes To Infinity (1995); aunque en éste, el rock espacial heredero de Hawkwind y los largos desarrollos psicodélicos seguían siendo el principal combustible de los de New Jersey, para su nueva obra se destaparían con un sonido poderoso, un sonido más grande que la vida, el cual no es descabellado comparar con el del Sonic Temple de The Cult (paralelismo que la propia banda no esconde con la inclusión, en el interior del libreto, del icónico perfil de Billy Duffy que reinaba en la portada del mítico disco de los ingleses). Desde el inicio con esa apabullante "Crop Circle", Wyndorf y los suyos se confirman como dignos herederos de la mejor música del pasado. Stooges, MC5 o los Grand Funk más primitivos, traídos a la vida de nuevo en un aquelarre de sexo, drogas y rock 'n' roll. Un descenso a los infiernos de la codicia y la lujuria ilustrado por un artwork y unos videoclips que se sumergían, con lúcido y paródico sentido del humor, en todos aquellos tópicos (consiguiendo que siempre haya pensado en Powertrip como una especie de obra conceptual). La poderosa base del tema homónimo, la lúbrica cadencia de "Space Lord", la energía de "Atomic Clock" o "Tractor" amenazando con derribar todo a su paso, los teclados de "See You In Hell" dibujando una sonrisa en el rostro a Ray Manzarek, "Baby Götterdämerung" y su sinuosa e inquietante atmósfera. Mil y un detalles para un disco como los de antes, la creación de un combo de intransferible personalidad, Monster Magnet, salido de la caótica y brillante mente de su carismático líder, un Dave Wyndorf que veía como esa zorra esquiva del éxito se sentaba por un instante en su regazo vestida de diablesa. Un disco de rock mayúsculo y con mayúsculas. El último clásico del género.


jueves, 12 de febrero de 2015

DINOSAUR JR POR UN ADVENEDIZO

"(...)yo tocaba mi bajo como Lemmy, y J como un jodido guitar hero de los 70, pero con asombrosas influencias: Birthday Party, Stooges, Venom, R.E.M. Era increíble, nadie tocaba como él." - Lou Barlow-
Diez años han transcurrido desde que J Mascis y Lou Barlow decidieran volver a hablarse y reunir de nuevo el trío original de Dinosaur Jr. Tres  discos después, parece innecesario dejar pasar más tiempo para afirmar sin rubor que éste ha sido uno -si no el mejor- regreso de una "vieja gloria" que hemos vivido. En una época donde hemos sufrido tanto comeback bochornoso, los autores de Bug despejaron cualquier duda a base de lo único que verdaderamente importa: canciones. No quiero imaginarme lo que cualquier seguidor veterano debió sentir al pinchar por primera vez una obra como Beyond (2007), y digo esto porque servidor, sí, conocía a Dinosaur Jr, por supuesto, pero por la razón que sea uno, más allá de canciones sueltas, no se dejó mecer por las melodías de Mascis, no se dejó lacerar por su guitarra, hasta que el eterno dinosaurio adolescente volvió a caminar entre nosotros. Nada más lejos entonces que intentar erigir un canon del grupo con esta entrada, ni siquiera la selección busca ser un Top-10, simplemente son los espontáneos brochazos con los que un "converso" pretende dibujar la huella que deja en él cancionero tan emocionante.


"Little Fury Things" (You're Living All Over Me, 1987)
Durante 30 segundos las guitarras amenazan con atravesar tu cerebro y de repente: "A rabbit falls away from me, I guess I'll crawl", la lacónica voz de Mascis te rescata y te lleva a un viaje de ruido, furia, melancolía y desconcierto.

"Sludgefeast" (You're Living All Over Me, 1987)
Black Sabbath, rock progresivo, hardcore; del metal al post-punk y vuelta a empezar. Mucho más que un clásico del indie-rock, el segundo disco de los Dinosaur es básico para entender en que consiste el rock de guitarras. Y el "festín de lodo", oleadas de electricidad anegando los sentidos del oyente.

"Freak Scene" (Bug, 1988)
Urgente y adolescente, no se puede entender al trío de Massachusetts sin este single. Un emblema para la banda y todo un himno -EL himno- para la escena underground del rock americano de la época.

"The Wagon" (Green Mind, 1991)
"The year punk broke", según el documental de Dave Markey, Dinosaur Jr editan su primer álbum para una multinacional. Green Mind era su nombre y "The Wagon" su mascarón de proa. Multiplicando la intensidad y el impacto de anteriores sencillos, estamos ante un clásico instantáneo. You won't see me, You won't see me...

"Flying Cloud" (Green Mind, 1991)
El cuarto disco de la banda era su obra más ecléctica y atemporal hasta la fecha. Así lo atestigua esta perla oculta del cancionero "jurásico": una hermosísima pieza de folk acústico, con un J más roto y desgarrado que nunca, enarbolando las banderas del Led Zeppelin III y After The Gold Rush.

"What Else Is New" (Where You Been, 1993)
En pleno apogeo grunge, Dinosaur Jr (aunque a estas alturas deberíamos decir J Mascis) entregan su quinta referencia, donde moran deliciosos temas como este épico medio tiempo -todo congoja- cuya combinación de guitarras acústicas y eléctricas nos remite a la mejor música del pasado.


"Pick Me Up" (Beyond, 2007)
Casi veinte años después, J Mascis, Lou Barlow y Murph vuelven a grabar juntos y el resultado no  puede ser mejor: canciones inmarchitables, con vocación de clásico (y van...) como "Pick Me Up" te suben a una montaña rusa (¡qué gusto da escuchar a Barlow y Murph ocupándose del bajo y la batería!), mientras el Cecil B. DeMille de los solos se exhibe sin pudor.

"Plans" (Farm, 2009)
Maduros, serenos, más atemporales y clásicos que nunca. Farm es mi disco favorito de los de Amherst y "Plans" la canción con la que algo hizo click en mi cabeza. Desde la playa de Zuma, invocando el espíritu de "Cortez The Killer", una composición -¿hemos ultilizado ya la palabra epica?- de quejumbrosas guitarras y con un estribillo para corear hasta la eternidad.

"Said The People" (Farm, 2009)
La emoción y la vulnerabilidad hechas canción (ese "Save me" que se te clava en el alma) para el mejor disco de Neil Young & Crazy Horse desde Ragged Glory.

"Watch The Corners" (I Bet On Sky, 2012)
El último trabajo hasta la fecha de Dinosaur Jr se sitúa un peldaño por detrás de los dos anteriores lo que implica que... es uno de los mejores discos de los últimos tiempos. Y el single con que se presentó contiene una melodía y un estribillo inolvidables. Lo dicho: inmarcesible.

domingo, 1 de febrero de 2015

HERE COME THE WARM JETS


Ya sea por su condición de pionero de la electrónica y la música ambiental, su exitosa labor como productor de, entre otros, U2 o Talking Heads, su colaboración con Bowie en la afamada Trilogía Berlinesa, o su lucha de egos con Brian Ferry -que culminaría con su abrupta salida del seno de Roxy Music-, se tiende a subestimar las primeras obras en solitario de Brian Eno, nacido Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno (¡toma ya!). La experimental, excéntrica y surrealista búsqueda para remover los cimientos de lo que se suponía debían ser los parámetros del pop/rock da comienzo con su debut en solitario: el -curiosamente o no- tan subversivo como adictivo Here Come The Warm Jets, publicado en 1974.


De afiladas guitarras a lo Velvet Underground, cortesía de Phil Manzanera, "Needles In The Camel's Eye" se desliza por un tobogán de purpurina para abrir fuego. "The Paw Paw Negro Blowtorch" es pura locura daliniana en cuyos teclados asoma la new wave. Como queriendo subir la apuesta, Robert Fripp entrega uno de los solos de guitarra más sublimes de la historia en la tan perversa como sexy "Baby's On Fire", tema del que muchas bandas llevan bebiendo cuarenta años sin superarla. La melodía y el estribillo de "Cindy Tells Me", de puro corazón pop, nos trasladan a una habitación del Brill Building, eso sí, situada en una delirante dimensión paralela. El piano machacón de "Driving Me Backwards" cierra de manera sublime la primera mitad del álbum con su atmósfera digna de un espectáculo de cabaret representado en el sótano de un decadente sanatorio mental. Inolvidable. Por el contrario, la evocadora y nostálgica "On Some Faraway Beach", construida sobre una hermosa y sencilla melodía de piano a la que se suman capas de sintetizadores, parece anticipar el dream-pop. ¿Noise?, ¿art-punk?, ¿post-rock?, "Blank Frank" sube a Bob Diddley a un transbordador espacial  para lanzarlo a la conquista del hiperespacio ataviado con una boa de plumas. Para la tremebunda "Dead Finks Don't Talk", Eno construye una múñeca rusa donde se trasviste de Lou Reed jugando a ser Frank Zappa mientras se permite parodiar a cierto ex compañero de banda. La elegíaca "Some Of Them Are Old" es un logro que rivaliza con los conseguidos por los Beatles en la mítica cara B del Abbey Road. Finalmente, y por si aún no hubiese quedado claro que estamos ante una obra magna, Here Come The Warm Jets se cierra con el tema instrumental de mismo título, una pieza épica y penetrante que toma por asalto el subconsciente del oyente para no soltarlo jamás. Abrasivo colofón para una obra fascinante y poliédrica. El fruto de la mente de un artista que, entre la osadía, la socarronería y la desarmante sinceridad, se calificaba a sí mismo de "no-músico".



lunes, 26 de enero de 2015

WITH LOVE: A POT OF FLOWERS


Cuando Lenny Kaye puso en pie su pantagruélico doble elepé Nuggets: Original Artyfacts From The First Psychedelic Era, 1965-1968 no solo plantó una de las semillas de las que germinaría el movimiento punk (el álbum se publica en 1972) sino que sirvió de modelo para toda una pléyade de recopilaciones (Pebbles, Back From The Grave,...) que hasta el día de hoy siguen excavando en una escena, la del garage y la psicodelia 60's, que parece no tener fin.

Si algún despistado se encontrase con el disco que hoy traemos al blog sin ninguna referencia podría pensar que ésta es una más de aquellas compilaciones que mencionábamos arriba, sin embargo With Love - A Pot Of Flowers vió la luz en 1967. Editado por Mainstream Records, discográfica de Nueva York especializada en jazz y bandas sonoras, fue el resultado de los viajes por todo EEUU de su fundador, Bob Shad, quien -al igual que había hecho dos décadas antes buscando artistas de blues mientras trabajaba para sellos como Savoy- recorrerá el país de costa a costa fichando y grabando nuevos grupos que conecten con los caleidoscópicos sonidos que alumbraba el Verano del Amor. La primera parada de este periplo sería, cómo no, el Área de la Bahía de San Francisco.
 
THE HARBINGER COMPLEX

Cuatro son las bandas y doce las pepitas aquí presentadas: el luminoso folk-rock y las ensoñadoras melodías de The Wildflower; The Otherside, que con su vibrante rhythm and blues pareciesen provenir del Londres de Shel Talmy; la cautivadora música de Euphoria, doblándose sobre las influencias de los Byrds, Love o The Beau Brummels; y finalmente, los fascinantes The Harbinger Complex, ampliando el horizonte desde el garage cargado de fuzz (si "I Think I'm Down" no es un clásico, debería) hasta esa maravilla de "My Dear And Kind Sir" (que bien podría titularse Los Hermanos Davies En El Oeste, busquen, busquen). Ninguno de los grupos protagonistas tendrá impacto en las radios y las listas de éxitos (de hecho, Mainstream únicamente conseguirá impacto nacional con The Amboy Dukes y con el debut de la banda de una tal Janis Joplin, Big Brother & The Holding Company). Poco importa, pues With Love no es la manida postal del Golden Gate que venden a todos los turistas sino esa foto con encanto que solo se descubre tras patear la ciudad sin rumbo fijo, dejándose sorprender. Ya saben lo que decía Scott McKenzie: "Si vas a San Francisco/Asegúrate de llevar flores en el pelo".


martes, 20 de enero de 2015

"ES UN MUNDO EXTRAÑO"


Tal día como hoy, hace 69 años, nacía en Missoula (Montana), David Lynch.

Felicidades, maestro, nos vemos este año en el plató!!!

Por cierto, y ya que este es un blog eminentemente musical: ni Scorsese ni Tarantino, ningún cineasta como el director de El Hombre Elefante a la hora de conjugar canciones con imágenes...

 




domingo, 4 de enero de 2015

SEXTANT


Editado en 1973, aunque grabado un año antes en San Francisco, Sextant es el primer álbum de Herbie Hancock para Columbia y última referencia bajo el manto del Mwandishi Sextet, llamado así por los nombres suajilis adoptados por los integrantes del combo, esto es, el autor de Maiden Voyage, rebautizado "Mwandishi", a los teclados; Bennie "Mwile" Maupin al clarinete y saxo soprano; Dr. Eddie "Mganga" Henderson a la trompeta y fliscorno; Julian "Pepo" Priester a los trombones, Buster "Mchezaji" Williams al bajo y Billy "Jabali" Hart, batería. Al igual que sus predecesores -el homónimo Mwandishi (1971) y Crossings (1972)-, estamos ante un trabajo al que no resulta sencillo describir con palabras, un trabajo que suscita más preguntas que respuestas: y es que un tema del calado de "Rain Dance", primera de las tres únicas piezas que le dan forma, ¿es jazz modal?, ¿futurismo?, ¿es música electrónica?, ¿ambient antes del ambient? Lo más ¿sencillo? sería decir que es todo eso y a la vez no lo es. Frente al desarrollo acuoso de aquella, "Hidden Shadows", con el sexteto convertido en octeto merced a la inclusión de Patrick Gleeson (sintetizador) y Buck Clarke (percusión), se sustenta en un intenso groove de funk, enmarcado por todo tipo de riffs y efectos que invocan su carácter cósmico. Trece instrumentos son los que intervienen en "Hornets"; atravesados en todo momento por el intenso y denso bajo de Buster Williams y los cinematográficos platillos de Billy Hart (y con "algo" emitiendo un zumbido parecido al frenético bullir de una avispa), son casi veinte minutos de música que valen por discografías enteras, un tour de force que nos remite a experiencias pretéritas del propio Hancock como su participación en el seminal In A Silent Way de Miles Davis, o presentes, como las sesiones que en ese mismo año darían forma al no menos inspirador On The Corner (de nuevo con Davis), así como a una reinvención en clave eléctrica de la obra más insobornable de luminarias como Eric Dolphy. Un año después, y conservando a su lado únicamente a Maupin, vería la luz un disco destinado a convertirse en clásico: Head Hunters, con el que, merced a composiciones como "Chameleon", se resarciría del fracaso comercial de la obra que ha protagonizado la entrada de hoy. Un disco, Sextant, audaz, brillante, abstracto e inabarcable... aun contando con instrumental de navegación.