miércoles, 28 de mayo de 2014

¿DE DONDE SE NACE O DE DONDE SE PACE?


Aunque tienen su centro de operaciones en Brooklin los miembros de Parquet Courts son de Texas pero no encontrarás rastro de sonidos sureños en su propuesta, nada de añejo rock'n'roll o rhythm and blues, nada de country, nada que remita a algo anterior a 1978. Television, Sonic Youth, el post-punk, The Fall, Buzzcocks, los Pavement del primer disco... su música es un pantagruélico bocado a la Gran Manzana, lo más neoyorquino que te puedes encontrar hoy día. Aprovechando que la próxima semana editan su segundo álbum (tercero si contamos su debut en formato casete, American Specialties) no está mal recordar su anterior referencia, el adictivo Light Up Gold. Guitarras en continua tensión, 15 temas en poco más de media hora; si los Strokes personalmente me invitaban a abrazar con todas las fuerzas mis discos de Rory Gallagher, Parquet Courts me invitan a querer montar una banda de art-punk... si aún tuviese 20 años, claro.


martes, 20 de mayo de 2014

SLAUGHTERHOUSE


Desde luego no se puede decir que el mocoso de Ty Segall se tomase el 2012 como año sabático. A saber: Twins, quinta referencia discográfica bajo su nombre; esa joya a reivindicar bautizada como Hair y que escondía un disco compartido (split, que dicen los anglosajones) con Tim Presley (otro músico hiperáctivo, conocido artísticamente como White Fence) y, por último, el disco que protagoniza la entrada de hoy. Firmado como Ty Segall Band presenta -el nombre del proyecto no deja lugar a dudas- al rockero de San Francisco acompañado en el estudio por su habitual banda de directo, ésto es, Emily Rose Epstein a la batería, Mikal Cronin al bajo, y la guitarra de Charles Moothart. Los tres, junto al ex-Epsilon, ponen en la cadena de despiece los cuerpos inertes de los Stooges, Black Flag, Hawkwind o Black Sabbath y nos los devuelven en forma de once canciones maravillosamente imperfectas surgidas de la más espontánea, intuitiva y abrasadora inspiración. En palabras de Segall: "evil space rock"... y no andaba desencaminado. "Death" es como viajar al espacio sabiendo que no volverás a pisar la tierra. "I Bought My Eyes", un tema pop travestido de garage punk que nos abre las puertas del homónimo "Slaughterhouse", desquiciado grito de ayuda desde el lúgubre sótano de un asesino lunático. "The Tongue" se desliza por un tobogán mohoso salpicado de cuchillas oxidadas, un "Helter Skelter" 2.0. Adictiva, punzante, peligrosa, "Tell Me What's Inside Your Heart" da paso a la segunda mitad del álbum que se inicia con la gigante y monolítica "Wave Googbye", el despertar de un ser antediluviano surgido de un brumoso y ominoso paisaje fuera de este tiempo. Frente al sonido proto-metálico de ésta, "Muscle Man" es un "simple" rock'n'roll de minuto y medio que nos prepara para las dos versiones que adornan el disco: un tema de Fred Neil, "That's The Bag I'm In" y el "Diddy Wah Diddy" de Bo Diddley, ambas tratando tu cerebro como una batidora. Cerca ya del final un nuevo ejercicio de lacerante garage de inspiración lo-fi, "Oh Mary", es absorvido por el agujero negro de "Fuzz War" (¿con semejante título hace falta decir más?), trip psicodélico de diez minutos de distorsión y retroalimentación guitarrera que cierra las puertas del matadero dejándote con ganas de más. Slaughterhouse podría ser -con todas las salvedades necesarias, que todavía no hemos perdido la cabeza- el Funhouse de las nuevas generaciones si éstas no estuviesen "secuestradas" por el hype de turno (¿alguien ha dicho The Black Keys?); y es que, a diferencia de éstos, a Ty Segall, aún con su pinta de surfero californiano becado en Berkeley, no le importa mancharse las manos de sangre.

miércoles, 14 de mayo de 2014

ATLAS


¿Recuerdas los veranos de entonces, esos veranos de tu juventud donde los relojes no tenían razón de ser y el sol era un cómplice más? ¿Esos veranos de camaradería inquebrantable, de amistades insobornables? ¿Y esos amores de verano? Parecía que nunca volverías a amar así; y en cierta manera era cierto. Entonces agosto iba llegando a su fin y lo que hasta ese momento parecía eterno se convertía, con el único aviso de las primeras nubes, en una frágil ilusión. No te rías, sé que lo recuerdas. Te detenías un instante y entonces, comprendiendo al fin que nada era eterno desandabas de nuevo el camino emprendido hasta que tus pasos te dejaban, otra vez, en el resbaladizo asfalto mojado por las primeras lluvias. Retén esa sensación un momento, ahí, justo ahí -entre los estertores del verano y las promesas por cumplir que trae el frío- es donde habitan las canciones de la banda de Nueva Jersey, Real Estate. Ahora convertido en quinteto, el grupo de Martin Courtney presenta diez nuevas composiciones que como las de su anterior Days (2011) parten del jangle y de la psicodelia sin excesos para, como las grandes bandas de pop de hace tres décadas, los arreglos y las armonías de guitarra -siempre en primer término- nos vayan desvelando las melodías. Las melodías y sus secretos pues Atlas es la clase de álbum que crece poco a poco y que funciona como un todo sin que eso signifique que no cuente con gemas como "Had To Hear", "Crime", la instrumental "April's Song" o esa "menina" que responde al nombre de "Primitive" y me ha hecho sentir lo mismo que cuando, vía "Ain't That Enough", el Songs From Northern Britain de TFC llegara a mí. Subyugante y ensoñador Atlas ha venido para quedarse y para servir de banda sonora no sólo a este verano sino a los que están por venir; en definitiva, para formar parte de nuestras vidas y de nuestros sueños. Para recordarnos que no está mal hacer una pequeña parada en la nostalgia pero que hay que continuar. Como esos discos de antes. ¿Recuerdas?


domingo, 11 de mayo de 2014

I'M READY


Nadie mejor que Johnny Winter, el cual se labraría su fama practicando un blues de alto octanaje rayano en el rock, para poner en valor la vigencia de un maestro como Muddy Waters (nacido McKinley Morganfield en 1913), que carecía de contrato discográfico tras la virtual desaparición de Chess Records y llevaba varios años alejado de los estudios de grabación. En plena explosión punk, el resultado de esa colaboración -Hard Again- volvería a hacer relevante para las nuevas generaciones ese blues eléctrico que había servido de inspiración a nombres como Chuck Berry para dar forma a esa música de tres acordes bautizada como rock'n'roll y sin el que no existirían luminarias como The Rolling Stones. Coronado con el éxito de público y crítica la continuación no se hizo esperar; menos de un año después, y sustituídas las hordas punk por una nueva ola, el albino músico de Texas -en su doble condición de productor y guitarrista- volvía a reunir al de Mississippi con su banda de carretera: el baterista Willie "Big Eyes" Smith, el pianista Pine Top Perkins y Bob Margolin, que en esta ocasión dejaría su puesto en las seis cuerdas para ocuparse del bajo, dejando esa labor en manos de un Waters (quien a diferencia de la anterior para esta grabación sí blandirá su mítica Fender roja) y de un viejo compinche de éste, Jimmy Rogers. De la armónica se ocuparía otra leyenda, Big Walter Horton, convirtiendo así I'm Ready no solo en la perfecta continuación de Hard Again sino en todo un homenaje al blues de Chicago.


"Thank you very much, here I go", presenta la viril voz de Muddy Waters, y da comienzo la fiesta: ya sean nuevas composiciones o imperecederos números de la vieja escuela, desde la declaración de principios del tema título hasta la despedida con el inmortal clásico de Sonny Boy Williamson, "Good Morning Little School Girl", los músicos musitan, ríen, disfrutan, tocan al unísono, interaccionan continuamente entre ellos, en definitiva, se divierten y, con ellos, el oyente; en todo momento parece que estemos ahí en medio, sentimos el percusivo ataque de la armónica de Horton, el profundo groove que desprenden las baquetas de "Big Eyes" Smith, oímos chisporrotear los amplificadores mientras la electricidad de las guitarras recorre nuestra espina dorsal y la voz, oh, la voz de Waters... cogiendo prestado el título de una de las bonus tracks que redondean la excelente reedición en CD que veía la luz en 2004: no hay escapatoria del blues.