viernes, 25 de abril de 2014

¿LITTLE RICHARD Y LA CREEDENCE?


En 1970 Little Richard llega a los Fame Studios, en Muscle Shoals, para grabar su primer elepé en varios años, The Rill Thing, álbum del que se extrairía "Freedom Blues", el single más exitoso -colándose en el Top 50 del Billboard- desde su gloriosa etapa en Specialty. Pero hoy queremos traer su segundo siete pulgadas, esta pantanosa "Greenwood, Mississippi", compuesta por Travis Wammack, rey de la guitarra scratch, miembro de la Fame Gang desde finales de los 60 y uno de los arquitectos del swamp rock. Dadle al play y cerrad los ojos; ¿no parece que son Doug Clifford, Stu Cook y los hermanos Fogerty los que le cubren las espaldas al Sr. Richard Wayne Penniman?


Y de propina, la cara B. Buen fin de semana... WOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!



miércoles, 16 de abril de 2014

LA PASIÓN DE LAURA PALMER

Bueno, al final tenía que suceder y sin que sirva como precedente aquí está la primera reseña "cinera" (como diría el amigo Guzz) que publicamos en Long Black Limousine. La elegida resultará muy obvia pero seguro que sabréis ser benevolentes... o eso espero.



La reina del baile
Con una Palma de Oro concedida por el Festival de Cannes en 1990 a Corazón Salvaje (particular cuento de hadas en clave de road movie donde conviven El Mago de OZ, Elvis, Sergio Leone y Edward Hopper) y con la primera temporada de Twin Peaks convertida en un fenómeno de masas gracias al enigma de "quién mató a Laura Palmer" David Lynch se encuentra en la tesitura de tener que desvelar dicho misterio antes de tiempo, presionado por los productores. La maniobra pronto se revela equivocada pues una vez descubierta la identidad del asesino la audiencia de la serie comienza a descender de manera irremediable lo que está a punto de acabar con su cancelación antes siquiera del fin de su segunda temporada, a la postre cierre precipitado de una serie que había supuesto un punto y aparte en la historia de la televisión.

Expectativas
Dos años después, nuevamente el Festival de Cannes, silencio, algún que otro abucheo, pataleos. Se acaba de proyectar Twin Peaks: Fuego Camina Conmigo. De la misma manera que una parte importante de la crítica se había rendido a la obra del cineasta de Montana hasta coronarla con la concesión de la citada Palma de Oro otra no menos relevante parte de ella ya había levantado la voz por dicho premio acusando a la película -y al cine de Lynch en general- de violenta y pornográfica. Sólo haría falta el anuncio del regreso de una película suya a las pantallas del festival para que los cuchillos comenzaran a afilarse, más cuando se conoció qué clase de proyecto era: una (supuesta) continuación de la serie que lo había encumbrado -momentáneamente y por última vez- ante el espectador medio. Por otro lado, buena parte de los amantes de Twin Peaks se sintieron extrañados ante una película donde a duras penas podían reconocer las señas de identidad del universo de aquella, no digamos ya los que la desconocían o no la habían seguido. Si a todo esto le añadimos una mala distribución, el fracaso estaba cantado.

"No tenemos plato especial"
Fuego Camina Conmigo nace de la necesidad de volver a un personaje muy querido por el director, personaje además muerto antes de tiempo, y por partida doble: en el tiempo fílmico y en el real (debido a la cancelación de la serie en 1991). Pero, ¿realmente a alguien que siguiese la trayectoria del director le pudo sorprender el enfoque del nuevo proyecto? David Lynch nunca ha ocultado ser un autor -no digamos ya tras su experiencia en Dune- que trabaja en primer lugar para él mismo. Sí, esto es Twin Peaks pero no vuestro Twin Peaks, los títulos de crédito de la película así lo atestiguan: perfilados y enmarcados por la luz que emana de un televisor mal sintonizado, formando una imagen hipnótica que se ve interrumpida por el grito en off de una mujer a la par que un hacha destroza violentamente dicho aparato. Luego, la aparición de un cadáver femenino pero no el cuasivirginal cuerpo fallecido de Laura Palmer sino el corrupto cuerpo de Teresa Banks, a cuyo asesinato se había remitido el agente Cooper en el episodio piloto. Por si no quedaran claras las diferencias con el producto catódico, la localidad donde es descubierta poco tiene que ver con el pueblo de Twin Peaks; en Deer Meadows (donde transcurre la primera media hora del filme) no hay sitio para la disposición, amabilidad y franca amistad del sheriff Truman, ni para deliciosos cafés recién hechos o apetecibles tartas de cereza, ni siquiera el agente especial encargado del caso, Chester Desmond (Chris Isaak), se parece al agente Cooper, carece de su bonhomía y de su sentido del humor. Y es que en el viejo/nuevo universo de Fuego Camino Conmigo no encontraremos rastro del sentido del humor que caracterizaba la serie. Deer Meadows es el reverso del pueblo de Twin Peaks, Fuego Camina Conmigo es Twin Peaks revelada en negativo y observada al microscopio. Sin maquillaje. Sin difuminar. La misteriosa desaparición del agente Desmond en el transcurso de la investigación y la posterior llegada de Dale Cooper así como las primeras notas de la conocida sintonía son el preámbulo para situar al espectador una vez más ante el letrero que da la bienvenida a los visitantes de la ciudad maderera. Ha transcurrido un año del asesinato de Teresa Banks.
  
Garmonbozia
Pocos mundos de ficción estaban tan bien sedimentados como los de la serie original pero ahora vamos a ser testigos directos de los últimos siete días de vida de Laura Palmer, vamos a conocer de primera mano a un personaje al que hasta ahora -como ocurría con el personaje homónimo de la película de Preminger- conocíamos por lo que los demás -enamorados de ella de una u otra manera- nos habían contado. Nos encontramos con una Laura Palmer que lleva desde los 12 años siendo visitada por el espíritu maléfico de Bob, el cual está a punto de conseguir su ansiada presa; lo único que la mantiene viva es alejar del abismo de prostitución y cocaína al que ella cayó irremediablemente tiempo atrás a su amiga Donna, interpretada en esta ocasión por una actriz distinta ante la negativa de Lara Flynn Boyle de repetir papel, lo que en nuestra opinión en vez de ser un perjuicio enriquece las posibles lecturas: no solo -evidentemente- los físicos son distintos sino que las actitudes de la Donna de la película y de la serie también, ¿no es por tanto posible que la muerte de su mejor amiga la lleve a experimentar ambos cambios al unísono? Aunque si algo puede provocar que nos replanteemos ese "mundo[...] de ficción (...) tan bien sedimentado[...]" es la visión del personaje del padre de Laura, Leland Palmer; si en Twin Peaks el personaje interpretado por Ray Wise parecía verdugo y víctima a la vez, aquí Bob no parece ser más que una máscara, una excusa para cometer los actos que tanto tiempo lleva anhelando cometer ("te pareces tanto a mi hija", le dice al personaje de Teresa Banks en uno de sus encuentros sexuales). Finalmente, y aquí es donde se revela calladamente subversiva, Fuego Camina Conmigo es una letal inmersión en lo más oscuro de la segura y feliz vida hogareña. Hogar que tras ser despojado de las cortinas que lo ocultaban del exterior deja ver un infierno de incesto, abusos y violencia paterna. Véanse secuencias como las de la cena en que un magistral Ray Wise, poseído gradualmente por Bob, acosa a su hija para que se lave las manos ante una impasible y muda madre para después llamar a su cuarto y pedirle perdón (¿o para despedirse de ella una vez que sabe -ambos lo saben- que el fin se acerca?).

Pero a su vez, el espectador atento es recompensado con la resolución -si eso es posible en el universo lynchiano- de algunas de las incógnitas que habían quedado abiertas tras la abrupta cancelación del serial. Sabremos de la naturaleza del lazo de unión existente entre el Manco y el Enano y apariciones como las de Annie, la novia de Cooper, en un sueño de Laura o de nuevos personajes como los del agente Jeffries (David Bowie), un agente con la capacidad de viajar en el tiempo (de ahí que conozca a Cooper aunque éste a él no e intente avisar infructuosamente a Gordon Cole y Albert Rosenfield, conocedor del destino que le depara tras quedar atrapado en la Logia Negra) confieren -en un nuevo requiebro de David Lynch- a la película el carácter de precuela/secuela (como en la Habitación Roja, el tiempo no sigue una estructura lineal). Con la escena del asesinato Lynch supera todo lo que podíamos haber imaginado; uno de los momentos más terroríficos del cine moderno que a duras penas puede redimir ese final que reúne a Laura Palmer (contrariamente a la opinión general la interpretación de Sheryl Lee nos parece soberbia) con el agente especial Dale Cooper, convertido ahora en su ángel custodio.


Desdeñosamente tratada -aunque reconozcamos que carece de la perfección de Terciopelo Azul o de que para su disfrute se deba estar empapado de las claves de su precedente televisivo- Fuego Camina Conmigo se revela como un filme clave en el cánon lynchiano, pues aún compartiendo las características formales de esta fase de su carrera (profusión de planos fijos para acentuar la sensación de desconcierto o extrañamiento, el uso de claroscuros, etc.) se puede entender como el primer y necesario paso (visto con la perspectiva del tiempo la escisión que sufre Leland Palmer no es tan distinta a la de los personajes de Bill Pullman o Naomi Watts, al igual que el tratamiento mobiusiano del tiempo) hacia la radical trilogía que abriría en 1997 la alambicada Carretera Perdida.



sábado, 12 de abril de 2014

BLACK LOVE


Nadie debería cargar con un secreto, es demasiado tarde cuando te das cuenta que se ha enquistado -corroyéndote por dentro como un maldito cáncer- y entonces, sólo entonces, comprendes que incluso matarías por que no saliese a la luz. Es lo que le ocurre al protagonista de Black Love. Sí, al protagonista ya que lo que Greg Dulli y su banda nos entregó en 1996 no era un mero conjunto de canciones sino la banda sonora de una película aún por realizar, la hipotética adaptación de un hipotético relato por descubrir de Jim Thompson con David Lynch tras la cámara... al menos en mi cabeza. Porque si hay un disco que he vivido, en el que he vivido, es éste, sin medias tintas, siendo absorbido en cuanto suenan esos ruidos que abren y cierran el "relato" que lo mismo pueden ser el eco de las vías de un tren o el estremecimiento de las entrañas de una ciudad (cómo no pensar en el tratamiento sonoro que acompañan los paisajes industriales de Cabeza Borradora o Terciopelo Azul); y cómo no dejarse arrastrar por ese secreto regado de alcohol y otras sustancias, ese secreto por el que merece la pena cometer un crimen, detonante de una fuga (¿una huida física, real o, tal vez una fuga psicogénica como la del Fred Madison de Carretera Perdida?) durante la que nos asomaremos a la culpa, el dolor, la desconfianza y la paranoia,... al menos en mi cabeza. ¿Os he dicho ya que vivo Black Love?.


Hasta aquí la historia, lo que se puede contar y lo que se puede interpretar -Greg Dulli nunca ha desvelado su significado, dejando al oyente/espectador que rellene los huecos con la ayuda de las fotografías que acompañan los textos de las 11 canciones-; la música, por su parte, no resulta más sencilla de desentrañar. En el seno de Black Love (nombre también de una marca de incienso -el que ilustra la portada- que obsesionaba a Dulli por aquellos años) copulan Mudhoney y Curtis Mayfield, el Let It Be de los Replacements y el What's Going On de Marvin Gaye, el post-punk y Motown, Seattle y Philadelphia. Es un polvo salvaje a altas horas de la madrugada que deja como testimonio unas sábanas manchadas de semen, sudor y sangre.

viernes, 4 de abril de 2014

EIGHT MILES HIGH(ER)


Gene Clark, Chris Hillman, David Crosby, Jim "Roger" McGuinn,... son los nombres indefectiblemente asociados a los Byrds de la misma manera que lo están obras imperecederas como Younger Than Yesterday, The Notorious Byrd Brothers o Mr. Tambourine Man. Pero en LBL -en nuestro corazón byrdmaníaco, más concretamente- tenemos reservado un lugar especial  a la formación que registrará el maravilloso Untitled (ya reseñado aquí). Con McGuinn a la cabeza, y durante tres años, Skip Battin, Gene Parsons y uno de los guitarristas más admirados en esta casa, Clarence White (quien llevaba en la órbita de la banda angelina desde la década anterior), protagonizaron una de las épocas -si no la mayor- más estables de un grupo, como ya dijimos, acostumbrado al continuo relevo de sus miembros. Dotados instrumentistas, compositores y cantantes, decir que era la formación que el músico eternamente identificado con la Rickenbaker de 12 cuerdas llevaba toda su vida buscando puede ser una exageración pero no hay lugar a dudas -al menos para los que no solemos creernos la simplona "Historia Oficial del Rock"- que junto a ellos The Byrds volvían a volar muy alto.